En todo el mundo, los cultivadores pierden cada año entre el 10% y el 23% de sus cosechas por infecciones fúngicas, a pesar del uso generalizado de antifúngicos. A esto hay que añadir entre un 10 y un 20% más después de la cosecha. En un comentario publicado en Nature, los académicos predicen que estas cifras empeorarán a medida que el calentamiento global haga que las infecciones fúngicas se desplacen hacia los polos, lo que significa que es probable que más países vean una mayor prevalencia de infecciones fúngicas que dañen las cosechas. Los agricultores ya han informado de infecciones de roya del tallo del trigo -que normalmente se dan en los trópicos- en Irlanda e Inglaterra. Los expertos también advierten que la tolerancia de los hongos a temperaturas más altas podría aumentar la probabilidad de que patógenos oportunistas que habitan en el suelo salten de huésped e infecten a animales o seres humanos
En todo el mundo, se prevé que la seguridad alimentaria se enfrente a retos sin precedentes, ya que el aumento de la población se traduce en una mayor demanda. En los cinco cultivos calóricos más importantes (arroz, trigo, maíz, soja y patatas), las infecciones fúngicas causan pérdidas que equivalen a alimentos suficientes para proporcionar entre 600 y 4.000 millones de calorías diarias a unos 2.000 millones de personas durante un año.
Eva Stukenbrock, coautora del artículo, catedrática y jefa del grupo de Genómica Ambiental de la Universidad de Kiel (Alemania) y miembro del Instituto Canadiense de Investigación Avanzada (CIFAR), afirma: "Según las previsiones, la población mundial se disparará, por lo que la humanidad se enfrenta a retos sin precedentes en la producción de alimentos. Ya estamos asistiendo a pérdidas masivas de cosechas a causa de infecciones fúngicas, que podrían afectar a millones de personas cada año. Esta preocupante tendencia sólo puede empeorar a medida que el calentamiento del planeta haga más frecuentes las infecciones fúngicas en los cultivos europeos y éstos sigan desarrollando resistencia a los antifúngicos. Esto será catastrófico para los países en desarrollo y también tendrá importantes repercusiones en el mundo occidental".
El comentario destaca una "tormenta perfecta" que está provocando la rápida propagación de las infecciones fúngicas. Entre los factores está el hecho de que los hongos son increíblemente resistentes, permaneciendo viables en el suelo hasta 40 años, con esporas aerotransportadas que pueden viajar entre continentes. Además, son extremadamente adaptables, con una diversidad genética "fenomenal" entre especies. Las prácticas agrícolas modernas implican vastas extensiones de cultivos genéticamente uniformes, que proporcionan el terreno ideal de alimentación y reproducción para un grupo de organismos tan prolífico y de evolución tan rápida. También están bien equipados para evolucionar más allá de los medios tradicionales para controlar su propagación. El uso cada vez más extendido de tratamientos antifúngicos dirigidos a un único proceso celular fúngico significa que los hongos pueden desarrollar resistencia a estos fungicidas, de modo que dejan de ser eficaces. Esto obliga a los agricultores a utilizar concentraciones cada vez mayores de fungicida para controlar la infección, lo que puede acelerar el desarrollo de resistencias.
Sin embargo, hay motivos para la esperanza. En 2020, un equipo de la Universidad de Exeter descubrió una nueva sustancia química que podría allanar el camino a un nuevo tipo de antifúngico dirigido a varios mecanismos diferentes, lo que significa que es mucho más difícil que los hongos desarrollen resistencia. Las prácticas agrícolas también pueden ser la clave del cambio, después de que un estudio realizado en Dinamarca se mostrara prometedor al plantar mezclas de semillas portadoras de una serie de genes resistentes a la infección fúngica. La tecnología también puede resultar crucial, ya que la inteligencia artificial, la ciencia ciudadana y las herramientas de teledetección, como los drones, permiten detectar y controlar los brotes en una fase temprana.
En general, los autores sostienen que proteger los cultivos del mundo de las enfermedades fúngicas requerirá un enfoque mucho más unificado, que reúna a los agricultores, la industria agrícola, los fitomejoradores, los biólogos, los gobiernos, los responsables políticos y los financiadores.
Sarah Gurr, catedrática de Seguridad Alimentaria de la Universidad de Exeter y coautora del informe, concluye: "Las infecciones fúngicas amenazan algunos de nuestros cultivos más importantes, desde las patatas hasta los cereales y los plátanos. Ya estamos viendo pérdidas masivas, y esto amenaza con convertirse en una catástrofe mundial a la luz del crecimiento demográfico. Recientemente, hemos visto cómo el mundo se unía ante la amenaza que supone el covirus para la salud humana. Ahora necesitamos urgentemente un enfoque global unido para hacer frente a la infección fúngica, con más inversión, por parte de gobiernos, organizaciones filantrópicas y empresas privadas, para construir sobre las semillas de la esperanza y evitar que esto se convierta en una catástrofe global que vea morir de hambre a la gente."