En un nuevo estudio de laboratorio, expertos del Instituto Alfred Wegener, Centro Helmholtz de Investigaciones Polares y Marinas (AWI) investigaron cuántas partículas microplásticas se absorberían en el tejido muscular de las crías de lubina europea después de haberles dado alimento con un contenido extremadamente alto de partículas microplásticas durante un período de cuatro meses. Por lo menos en lo que respecta a este pez de alimentación en particular, sus hallazgos son una buena noticia: sólo un porcentaje extremadamente pequeño de las partículas plásticas ingeridas llegó a los filetes de pescado; la mayoría se excretó. Los expertos toman este hallazgo como un primer indicio de que los filetes de pescado pueden seguir siendo seguros para el consumo humano, incluso si el pescado que se come está sometido a una contaminación microplástica extrema. Su estudio acaba de ser publicado en la revista Marine Pollution Bulletin.
A estas alturas, los peces están sujetos a partículas microplásticas en todos sus hábitats: en ríos, lagos y mares, así como en la acuicultura. Además, se ha confirmado que los animales ingieren estas pequeñas partículas junto con su comida. En un nuevo estudio realizado en el Centro de Investigaciones de Acuicultura, que forma parte del Instituto Alfred Wegener, Centro Helmholtz de Investigaciones Polares y Marinas (AWI) de Bremerhaven, los científicos han investigado por primera vez cuántas de las partículas ingeridas pasan del tracto digestivo de la lubina al torrente sanguíneo y, posteriormente, al tejido muscular. "Esta cuestión es relevante para nosotros los seres humanos, sobre todo porque, por regla general, no nos comemos el pescado entero, incluidas sus entrañas, sino sólo los filetes", explica el Dr. Sinem Zeytin, biólogo de AWI y primer autor del estudio.
Para el experimento de laboratorio, se alimentó a la lubina europea adolescente (Dicentrarchus labrax) con pellets compuestos de harina de pescado, salvado de trigo, vitaminas y aceite de pescado, que los científicos habían mezclado con un polvo de partículas microplásticas fluorescentes de color amarillo-naranja, durante 16 semanas. Las partículas tenían un diámetro de uno a cinco micrómetros (milésimas de milímetro), para ser representativas de la categoría de tamaño más pequeño para el microplástico. En el curso del experimento, cada lubina ingirió aproximadamente 163 millones de estas partículas plásticas microscópicamente pequeñas. Una vez terminado el experimento, los expertos filetearon los peces para medir el contenido de las partículas, a la vez que recogían muestras de su sangre, branquias, tracto intestinal y órganos internos como el hígado para su posterior análisis. Calentaron parte de los filetes en potasa cáustica, que disolvió completamente el tejido muscular. El líquido resultante fue entonces presionado a través de un filtro que capturó todo el plástico. Contaron el número de partículas presentes usando un microscopio de fluorescencia - primero manualmente, y luego usando una técnica automatizada.
Una o dos partículas microplásticas por cada cinco gramos de filete de pescado
Los resultados fueron una agradable sorpresa para los investigadores. "Aunque sometimos a la lubina a una contaminación microplástica extremadamente alta en comparación con su entorno natural, al final sólo había 1 o 2 partículas en cada cinco gramos de sus filetes", informa Sinem Zeytin. "Esto, junto con el hecho de que los peces crecieron muy bien y estaban en perfecta salud, nos dice que los peces pueden aparentemente aislar y excretar estas partículas antes de que tengan la oportunidad de penetrar en sus tejidos. Para todos aquellos que disfrutan comiendo lubina, son muy buenas noticias", añade el Dr. Matthew Slater, Jefe del Grupo de Investigación de Acuicultura del AWI.
Como explica Slater, debido a la naturaleza del estudio, también es posible que esas partículas microplásticas detectadas no estuvieran en realidad en las células musculares, sino en las diminutas cantidades de sangre residual de los filetes. "De hecho, durante nuestro estudio no encontramos prácticamente ningún indicio de que las partículas pasen de la sangre a las células musculares", explica el experto de AWI. Dicho esto, los análisis iniciales de otros tejidos confirmaron que las partículas sí pasan del tracto digestivo al torrente sanguíneo.
Pero, ¿cómo llegan las partículas microplásticas del tracto digestivo al torrente sanguíneo? Según Sinem Zeytin, "Hasta ahora, hemos identificado dos maneras: o bien los fragmentos de plástico microscópicamente pequeños consiguen apretarse entre dos células en la pared intestinal, o bien células transportadoras especiales separan activamente las partículas del resto del alimento y las pasan, al igual que hacen con los minerales y los nutrientes".
Cuál de estos dos procesos es predominante, si hay otros procesos, y cómo funciona el transporte de partículas en cada uno de ellos son preguntas que los expertos tratarán de responder en futuros experimentos.
El estudio fue un proyecto conjunto entre expertos del Instituto Alfred Wegener, la Universidad de Bremen y el laboratorio IBEN GmbH en Bremerhaven. El cultivo y la matanza de la lubina con fines de investigación se realizaron con el consentimiento previo por escrito de la Oficina de Protección del Consumidor, Medicina Veterinaria y Protección de las Plantas, que forma parte de las Autoridades Senatoriales de Bremen para la Ciencia, la Salud y la Protección del Consumidor.
Con el apoyo de la financiación del Estado de Bremen
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