Las dietas ricas en carne restringieron el tamaño de las poblaciones de cazadores-recolectores
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Este nuevo resultado se desprende de un estudio realizado por investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB), que analiza cómo los factores ambientales influyeron en la densidad de población de las sociedades de cazadores-recolectores de todo el mundo, y revela importantes vínculos entre la duración de la estación de crecimiento, la composición de la dieta y la densidad de población.
Unas 300 sociedades de cazadores-recolectores persistieron en la historia reciente y fueron documentadas por los etnógrafos. Debido a las similitudes entre sus estilos de vida y los de nuestros antepasados, estos cazadores-recolectores contemporáneos han proporcionado mucha información sobre el pasado de nuestra especie. Como subsistían de los recursos alimentarios naturales mediante la caza, la recolección y la pesca, dependían estrechamente de la productividad primaria de sus ecosistemas locales y, por tanto, de la variabilidad climática de la zona. Pero el tamaño de las poblaciones documentadas era a menudo mayor o menor de lo que cabría esperar de la productividad del ecosistema local, por razones poco conocidas.
El nuevo estudio, publicado hoy en la revista Nature Ecology & Evolution, utiliza un complejo conjunto de cálculos para demostrar que las diferencias en la cantidad de carne en las dietas pueden explicar por qué algunas sociedades estaban menos densamente pobladas que otras. En las regiones con inviernos duros o grandes temporadas de sequía, la vegetación comestible disponible se reducía enormemente durante un gran segmento del año, dejando a los cazadores-recolectores muy dependientes del consumo de carne. Como los animales tienden a ser menos abundantes que las plantas comestibles, sólo pueden proporcionar alimento suficiente para una pequeña población humana. En cambio, las poblaciones asentadas en lugares donde el clima favorece la abundancia de alimentos vegetales durante todo el año pudieron aprovechar mejor la producción global del entorno para crecer en mayor número.
"Básicamente, si la gente tenía que vivir durante largas temporadas secas o frías en las que los alimentos vegetales eran escasos, se veía obligada a cazar animales relativamente escasos para sobrevivir", explica Eric Galbraith, investigador del ICTA-UAB y de la Universidad McGill de Canadá. "Esto conducía a un cuello de botella estacional en la cantidad de alimento disponible, que luego establecía el límite general del tamaño de la población, sin importar la cantidad de alimento que hubiera durante las épocas de abundancia".
Estudios anteriores han utilizado métodos estadísticos basados en registros etnográficos de cazadores-recolectores contemporáneos para construir correlaciones entre la densidad de población y las variables ambientales, lo que les permitió estimar los patrones espacio-temporales de los antiguos humanos. Sin embargo, estos modelos estadísticos están limitados a las entradas que se les dan, y no habían recogido la duración de la estación de crecimiento como una característica importante.
"Más allá de las puras correlaciones estadísticas, desarrollamos un modelo de cazadores-recolectores basado en procesos y acoplado a un modelo global de la biosfera terrestre. El modelo matemático simula las actividades humanas diarias de búsqueda de alimentos (recolección y caza) y los flujos de carbono (energía) resultantes entre la vegetación, los animales y los cazadores-recolectores, cuyo resultado determina las tasas de reproducción y mortalidad humanas y, por tanto, la dinámica de la población", explica Eric Galbraith, investigador del ICTA-UAB y de la Universidad McGill de Canadá.
"Nos sorprendió comprobar que -a pesar de una larga lista de incógnitas- de las ecuaciones del modelo surgía un resultado muy contundente: allí donde las estaciones de crecimiento eran cortas, los cazadores-recolectores requerían altas fracciones de carne en la dieta. En consecuencia, la densidad de la población humana podía llegar a multiplicarse por 100 con la misma productividad total anual de la vegetación, debido sobre todo a la ineficacia energética de pasar por vínculos adicionales entre depredadores y presas", explica Dan Zhu, autor principal de este estudio, antiguo investigador postdoctoral en el ICTA-UAB y ahora profesor adjunto en la Universidad de Pekín. "Cuando volvimos a las observaciones etnográficas detalladas, descubrimos que este resultado estaba bien respaldado por los cazadores-recolectores contemporáneos, incluidos los Ache en la selva tropical, los Hiwi en la sabana y los grupos de bosquimanos en el desierto del Kalahari, pero su importancia no se había tenido en cuenta."
"Este estudio es un ejemplo emocionante de cómo pensar en los humanos como una parte del ecosistema, en lugar de algo aparte, puede ayudarnos a aprender sobre nosotros mismos", dice Eric Galbraith. "A continuación, planeamos aplicar este tipo de modelo al pasado, para explorar cómo han cambiado las poblaciones humanas en diferentes momentos y en diferentes partes del mundo, bajo los climas lentamente cambiantes de la antigüedad", añade Zhu.
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