El reinicio de la actividad agrícola podría sembrar la prosperidad en las regiones pobres y con inseguridad alimentaria
Andre F. Van Rooyen
El profesor Jamie Pittock, de la Escuela Fenner de Medio Ambiente y Sociedad de la ANU, declaró: "Este sencillo reinicio de los sistemas de riego, formado por pequeñas explotaciones, podría ayudar a erradicar la pobreza en las comunidades agrícolas de todo el mundo".
El proyecto "Transformación del riego en el sur de África" está capacitando a los agricultores, dándoles los conocimientos y las herramientas necesarias para obtener cultivos rentables y de alto rendimiento, minimizando el uso del agua. La investigación se publica en Nature Food.
"Se han invertido cientos de millones de dólares en infraestructuras para apoyar los sistemas de regadío y cultivar cosechas que den beneficios, pero, por desgracia, el rendimiento de los cultivos en África es muy bajo y a menudo no es mucho mejor que el de las explotaciones de secano de su entorno", dijo el profesor Pittock.
"África tiene una de las mayores poblaciones que viven en zonas rurales y que dependen de la agricultura para su subsistencia, pero lamentablemente los sistemas de riego han sido tradicionalmente un sector algo fallido en todo el continente.
"Nuestras intervenciones se han dirigido a reiniciar estos sistemas de riego fallidos para que produzcan alimentos de forma fiable, sean rentables y saquen a la gente de la pobreza".
Este reinicio del sistema consiste en proporcionar a los agricultores herramientas sencillas de usar -desarrolladas por el CSIRO- para ayudarles a medir si el suelo de sus campos está lo suficientemente húmedo y tiene suficientes nutrientes para producir una cosecha de alto rendimiento. Esto permite a los agricultores tomar sus propias decisiones en lugar de depender de la ayuda del gobierno.
Esta nueva intervención ha demostrado tener más éxito que los anteriores métodos de cultivo dirigidos por el gobierno, en los que se aconsejaba a los agricultores que aplicaran cantidades específicas de fertilizantes para cultivar cosechas como el laberinto o el maíz.
"Lo que descubrimos fue que los gobiernos no ayudaban a los agricultores a hacer una simple evaluación de costes y pérdidas de beneficios de los cultivos que estaban cultivando, así que hemos proporcionado a los agricultores libros de campo básicos para ayudarles a calcular lo que costará cultivar una cosecha y la mano de obra necesaria, y a calcular los ingresos que obtendrán al cultivar esa cosecha", dijo el profesor Pittock.
El profesor Pittock afirma que estas intervenciones, sencillas pero eficaces, han resultado "revolucionarias" porque los agricultores están reduciendo al mínimo el uso del agua.
"Antes de esto, ponían demasiada agua en sus campos y ahogaban sus cultivos. Saber cuánta agua necesitan para cultivar significa que los agricultores conservan el agua y ahorran hasta dos días de trabajo a la semana, que pueden dedicar a otras actividades de subsistencia", explica.
"También hay más agua disponible para apoyar a otros agricultores y a los ríos.
"Como los agricultores ya no se enfrentan por el agua, empiezan a trabajar juntos para compartir recursos y ayudarse mutuamente a maximizar la producción de alimentos en la región. En el proceso, estamos viendo cómo los agricultores emplean a los de su comunidad, lo que supone un impulso muy necesario para la economía".
Aunque esta intervención ha tenido un "gran éxito" a la hora de ayudar a los agricultores a producir alimentos, el profesor Pittock afirma que producir cultivos de alto rendimiento no significa nada si los agricultores inundan el mercado con el producto y hacen bajar el precio de esos alimentos hasta el punto de que no les resulta muy rentable cultivarlos.
Para solucionar este problema, los investigadores de la ANU facilitaron las conversaciones entre los agricultores y los compradores para que conocieran el mercado y se informaran sobre sus decisiones agrícolas.
"Cuando los agricultores empiecen a dialogar con los compradores, podrán negociar juntos un calendario de siembra que les permita producir continuamente los cultivos que se demandan", explica el profesor Pittock.
Una vez que los agricultores saben qué calidad de producto quieren y esperan los compradores, de repente obtienen precios mucho más altos por su producto".
"También hemos presentado a los agricultores a los proveedores de semillas y fertilizantes, y como ahora cooperan entre sí, los agricultores empiezan a comprar insumos de calidad al por mayor, lo que reduce sus gastos generales porque pagan menos de lo que pagaban cuando compraban sólo para ellos.
"Desde entonces, hemos encuestado a los agricultores con los que hemos trabajado y nos han dicho que con el dinero extra que tienen ahora compran alimentos más nutritivos para su familia, invierten en sanidad y pagan la educación de sus hijos.
"Este tipo de técnicas utilizadas para dotar a los agricultores de conocimientos podría suponer una enorme diferencia a la hora de apoyar un desarrollo más sostenible y será fundamental para ayudar a los miembros más pobres de la sociedad en las zonas rurales a conseguir mejores medios de vida".
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