La "carne de vacuno" de origen vegetal reduce las emisiones de CO2, pero pone en peligro 1,5 millones de empleos agrícolas
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Si se adoptan alternativas a la proteína de la carne, la producción de alimentos de Estados Unidos podría reducir su huella de carbono agrícola entre un 2,5% y un 13,5%, sobre todo al disminuir el número de vacas necesarias para la producción de carne de vacuno entre dos y 12 millones, según una nueva investigación publicada por la Universidad de Cornell, la Universidad Johns Hopkins y socios internacionales.
Actuar para reducir el cambio climático es importante, señalan los investigadores, pero la alteración tecnológica puede tener muchas consecuencias -tanto positivas como negativas- en toda la economía, como la cuestión de los medios de vida, las condiciones de trabajo, los derechos humanos, los salarios justos y la equidad sanitaria.
"La reducción de la huella de carbono y el aumento de la eficiencia en el uso de los recursos del sistema alimentario son razones por las que las proteínas alternativas podrían estar en una cartera de tecnologías y políticas para promover sistemas alimentarios más sostenibles", dijo el autor principal Daniel Mason-D'Croz, investigador asociado de Cornell.
"Aun así, las alternativas vegetales a la carne de vacuno no son balas de plata", dijo, "y su impacto en otras dimensiones medioambientales del sistema alimentario -como el uso total de agua- es ambiguo".
Los investigadores exploraron la posible perturbación de las alternativas vegetales a la carne de vacuno comparando las consecuencias económicas en una serie de escenarios, en los que las alternativas vegetales a la carne de vacuno sustituían el 10%, el 30% o el 60% de la demanda actual de carne de vacuno en Estados Unidos.
"En conjunto, los cambios en el sistema alimentario tendrían un impacto pequeño, pero potencialmente positivo, en el producto interior bruto nacional", dijo Mason-D'Croz.
"Pero estos cambios no se sentirían por igual en toda la economía", dijo, "con interrupciones sustanciales observadas en todo el sistema alimentario, en particular en la cadena de valor de la carne de vacuno, que podría contraerse sustancialmente hasta en un 45% en el escenario de sustitución del 60% - desafiando los medios de vida de los más de 1,5 millones de personas empleadas en estos sectores."
"Hay buenas razones para que los reguladores y los responsables políticos fomenten estas tecnologías emergentes", dijo el autor principal, Mario Herrero, profesor de sistemas alimentarios sostenibles y cambio global. "Los políticos deben ser conscientes de las consecuencias negativas no deseadas y comprometerse a mitigar los cambios que son éticamente preocupantes, incluidos los daños a los trabajadores desfavorecidos y a las comunidades locales y pequeños productores más afectados."
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