Los investigadores encuentran la toxina del arce en la leche de vaca
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Se pueden encontrar altas concentraciones de hipoglicina A en los frutos inmaduros del akee y el lichi y en las semillas y plántulas de varios arces. Entre ellos se encuentra, por ejemplo, el arce sicómoro, común en toda Europa. La toxina puede causar una enfermedad grave en los seres humanos. En 2017, un equipo de investigadores de la India pudo demostrar que la toxina era la responsable de la muerte súbita de varios cientos de niños del país que habían comido previamente grandes cantidades de lichis. "La sustancia interfiere en el metabolismo energético del cuerpo. Un síntoma típico en los seres humanos son los niveles muy bajos de azúcar en la sangre", dice la profesora Annette Zeyner, del Instituto de Ciencias Agrícolas y Nutricionales de la MLU. En 2013, se descubrió que la hipoglicina A de los arces también causaba una miopatía atípica en los caballos, una enfermedad desconcertante que suele ser mortal para los animales que se mantienen en un pasto.
Zeyner y su equipo unieron fuerzas con el Dr. Jörg Ziegler del IPB para descubrir si la hipoglicina A también podía detectarse en la leche cruda de las vacas. "Los arces están muy extendidos y el pastoreo de las vacas es una práctica habitual. Por lo tanto, parecía lógico que las vacas -al igual que los caballos- comieran las semillas o plántulas de los arces, ingiriendo así las toxinas", explica Zeyner. Para el nuevo estudio, el equipo examinó muestras de productores de leche del norte de Alemania. Sólo se analizó la leche suministrada directamente por las granjas. "No analizamos muestras de vacas individuales; en su lugar, tomamos muestras de la leche de varias vacas que estaba almacenada en tanques de recogida", dice Zeyner.
Las muestras se analizaron mediante una forma especial de espectrometría de masas que puede detectar incluso cantidades minúsculas de una sustancia. El resultado: "Sólo detectamos hipoglucina A en dos muestras de leche cruda procedentes de una de las granjas cuyos pastos contenían un único arce", dice Zeyner. La concentración de la sustancia era de 17 y 69 microgramos por litro de leche. "Son concentraciones bajas y muy variables. Pero teniendo en cuenta que sólo había un árbol en el pasto y que la muestra procedía de un depósito de recogida, fue sorprendente que pudiéramos detectar algo", explica Zeyner. La toxina no pudo detectarse en ninguna de las demás muestras.
"Nuestro estudio es el primero que demuestra que las vacas parecen ingerir partes del arce sicomoro que contienen la toxina, que luego se transfiere a su leche. De este hallazgo surgen muchos otros interrogantes", dice el investigador en su resumen. Todavía no está claro, por ejemplo, qué cantidad de toxina tienen que ingerir las vacas para que haya rastros detectables en su leche. Serán necesarios estudios de seguimiento para determinar si la sustancia se destruye al procesar la leche o incluso si esta baja concentración es motivo de preocupación, y cómo se puede prevenir.
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